De Graham Green recuerdo El Tercer Hombre, si bien nunca fue de mis autores favoritos en el género de novela de espías o ambientada en la Guerra Fría, preferí a otros como Le Carré o Forsyth. Fuera del género, solo recuerdo leer una policiaca (El americano tranquilo), porque eludí sus novelas de corte religioso y también El final del affaire, por el prejuicio de enmarcarla directamente en el género de ficción romántica (no tengo nada en contra, simplemente no me atrae la temática). Sin embargo, animado (no sabría explicar por qué) por la reciente reedición de esta última, tengo que decir que me ha dejado buen sabor de boca porque trasciende los tópicos del género. Su buen hacer como escritor de suspense se refleja con contundencia en esta obra, donde afloran tanto su vis más seria como polémica a pesar de usar como hilo conductor una historia de adulterio con ciertos tintes de aventura romántica de telefilme, con algunas de sus convecciones sobrevolando la trama. En realidad Greene usa a los personajes para escribir sobre las consecuencias existencialistas y morales que se sufrieron después de la II Guerra Mundial, con una profunda crisis de fe para muchos creyentes, especialmente católicos como Greene. ¿Cómo creer en Dios después de la devastación del mundo por los hombres? En el epílogo firmado por el Nobel Mario Vargas LLosa, se diseccionan los entresijos que subyacen en la novela y de lo difícil que puede resultar encontrar los reflexivos mensajes y preguntas que lanza el autor.
En cualquier caso, es la precisión del lenguaje de Greene y el tono en el que se exponen los sentimientos de los protagonistas lo que engancha al lector, por encima del trasfondo de redención, fe o existencialismo que sobrevuelan la historia. Quizás sea el sufrimiento el dominante emotivo del libro, expresado de una manera tan veraz que resulta doloroso en muchos momentos. De paso, sirve para echar la vista atrás y ver la diferente manera de relatar las relaciones entre hombres y mujeres, la castidad o corrección con la que se reflejaban, incluso describiendo los momentos más íntimos, con un lenguaje que resulta sutil y prosaicamente bello, alejado de la soez y el lenguaje explícito y contundente de hoy día.
Se dice que esta novela tiene mucho de autobiografía, pues el propio Greene, fervoroso católico, tuvo una amante durante años, lo que le causo fuertes conflictos morales y de fe. Greene incluso ubica la infidelidad (entre los protagonistas Maurice Bendrix y Sarah) en la localidad donde tuvo una casa. Después de la guerra, ya en Londres, Bendrix se encuentra por casualidad con el marido de Sarah, el diplomático Henry Miles, que siempre mantuvo buena relación con Maurice, ajeno por supuesto al adulterio. Henry le confiesa que sospecha que Sarah le es infiel, lo que hace que Maurice, empujado por una mezcla de celos y curiosidad, decida contratar a un detective privado para averiguar la verdad.
Una lectura que resulta una meticulosa indagación sobre las luces y sombras de las relaciones sentimentales, sobre los mecanismos del deseo y de la fe, y sobre los estrechos vínculos entre el amor y el odio.
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