Elon Musk comienza a tener la relevancia mediática alcanzada por gente como Steve Jobs, Jeff Bezos, Zuckerberg o Larry Peige y Sergey Brin – los fundadores de Google-, y es uno de los personajes más visionarios y fascinantes de la actualidad, que con seguridad traspasará a los mencionados en relevancia y popularidad en poco tiempo. Aunque es conocido por ser dueño y uno de los impulsores de Tesla, el primer fabricante de coches 100% eléctricos del mundo – bonitos y con altas prestaciones tecnológicas – es también dueño e impulsor de las empresas SpaceX y Solarcity. Considerado por muchos un híbrido entre Steve Jobs y Bill Gates, estamos ante una mente cuya visión y ética espartana del trabajo se ha propuesto transformar, a través de las tres empresas mencionadas, el mundo que habitamos.
Aunque Elon Musk sólo cuenta con 43 años, son varias las biografías no autorizadas que circulan sobre él como esta escrita por el periodista Ashlee Vance. La diferencia con el resto, es que en esta ocasión Musk accedió a revisarla e incluir sus comentarios. Ashlee Vance desarrolló un profuso trabajo de investigación y llegó a entrevistar a más de doscientas personas cercanas a Musk, lo que terminó convenciendo al protagonista para dar una especie de visto bueno al relato del periodista. Ashlee Vance afirma que aunque Musk cooperó, no ejerció ningún control sobre lo que ha reflejado finalmente en su libro.
El resultado es un libro inteligente, escrito con minuciosidad, que logra contar la historia de Musk de manera simple y bastante bien. Vance se centra en destacar que estamos ante una persona repleta de determinación, muy inteligente y con una ética de trabajo difícil de asumir por cualquier lector del libro. Explicar que alguien con la fortuna de Musk esté completamente dedicado a dirigir tres empresas tan diferentes y tan innovadoras, solo se entiende bajo la visión futurista de este hombre superdotado, empeñado en llevarla a cabo cueste lo que cueste. El libro sirve para descubrir al gran público muchas facetas disruptivas y visionarias de Elon Musk. En este sentido, Musk recuerda más a Thomas Edison que a Howard Hughes. Es un inventor (ingeniero y físico entre otras cosas), un industrial y empresario famoso capaz de crear grandes productos a partir de grandes ideas. Ha empleado miles de personas en metalúrgicas estadounidenses cuando se pensaba que ese modelo de negocio formaba parte del pasado, ha sido la primera empresa privada (SpaceX) que ha realizado vuelos de suministro a la Estación Espacial Internacional, abaratando considerablemente los costes de volar al espacio de las agencias americana (NASA), china, rusa o europea, con cohetes sustancialmente más baratos pero mucho más dotados tecnológicamente. Ha revolucionado la industria automovilística, siendo ya Tesla y el propio Musk los verdaderos y definitivos impulsores del cambio de vehículos movidos mediante combustibles fósiles a los que usen energías alternativas, y Solarcity terminará revolucionando el consumo de energía solar en los hogares, mediante infraestructuras más baratas y asequibles.
Con Tesla ha empujado a los poderosos fabricantes automovilísticos a cambiar el paradigma del tipo de combustible de la industria – consiguiendo una hazaña excepcional en la historia del capitalismo – y ha creado una situación semejante a la que Apple se encontró cuando introdujo el Iphone. Los rivales menospreciaron el producto al principio. Una vez apreciaron que había dado en la diana, tuvieron que ponerse la pilas, pero empresas como Samsung o HTC tardaron años en dar con algo comparable. Los aparentemente ridículos 22.000 Teslas vendidos en 2013 – los grandes fabricantes vendes millones de unidades al año – generaron sin embargo un efecto potenciador en los rivales, que vieron que era factible que este hombre consiguiera crear vehículos de gran belleza, tecnológicamente de vanguardia y más espaciosos – al prescindir del motor la habitabilidad es considerablemente mejor y mayor – y que además la gente se identificara de manera muy fiel con la marca, como con Apple, ya que además de comprar un producto excepcional estará contribuyendo a la mejora del medio ambiente.
Sin embargo su verdadera obsesión y visión es la de colonizar Marte. Es SpaceX la empresa con la que más se identifica, puesto que es su sueño desde joven. Lo que parece una locura, está cada vez más cerca. SpaceX ya trabaja en los grandes cohetes con los que pretende viajar en menos de una década a Marte. En el libro se puede descubrir que ya no es ciencia ficción y que una persona que no tenía ni idea de aeronáutica o ingeniería espacial hace menos de veinte años ha conseguido con SpaceX mucho más que toda la industria aeroespacial en los últimos cincuenta años.
Como ingeniero, me ha interesado mucho descubrir el desarrollo de los coches eléctricos por Tesla y cómo están interconectando el negocio con las estaciones de carga implementadas por Solarcity, pero me ha fascinado la creación y desarrollo de SpaceX. Una de las cosas que me ha gustado del estilo de Ashlee Vance -que en ocasiones me recuerda mucho al de Walter Isaacson-es su manera de novelar las hazañas y aventuras del equipo de ingenieros jóvenes de SpaceX en sus primeros lanzamientos de prueba, recordándome por momentos la novela de Andy Weir, El Marciano. El autor además, no penetra demasiado en la tumultuosa vida personal de Musk, sólo lo justo para conocer qué aspectos de su carácter vienen determinados por sus vivencias, marcado en su infancia por un padre déspota. Su incapacidad para mantener relaciones personales – en un pasaje del libro el propio Musk se pregunta «cuánto tiempo a la semana de atención necesita una mujer para poder compatibilizar con su vida empresarial» – vive centrado y sometido a los designios de una mente privilegiada que no le deja tiempo para pensar más allá de sus planes para transformar la humanidad. Con fama de tener incluso peor carácter en el trato a los empleados que el que atesoraba Jobs, se las arregla, como este, para infundir un celo similar entre ellos, provocándoles ese estado de placer/dolor sadomasoquista que los hipnotiza bajo su nítida visión. Saben que trabajan para una especie de Tony Stark (Iron Man), un personaje que les ha convencido «¡Pues claro que podemos llegar a Marte!».
Eso no es todo, aunque en el libro se menciona de pasada – quizás porque en el momento de escribirlo no estaba tan avanzado – Musk ayuda a desarrollar el proyecto Hyperloop, con el que también pretende revolucionar el transporte terrestre.
Un libro en el que sumergirse para descubrir los prolegómenos de lo que será toda una revolución. Un libro para conocer a alguien dispuesto a reescribir nuestra historia.
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