Los niños se interesan por la ciencia y la tecnología mucho antes de comenzar el aprendizaje formal en estos campos, por lo que es en edades tempranas donde hay que fomentar una mentalidad innovadora facilitándoles competencias STEM, acrónimo en inglés de science-technology-engineering-mathematics. EEUU encabeza desde hace años la introducción de esta filosofía en el ámbito educacional y desarrollan numerosos programas de mentoring y de implementación de metodologías de enseñanza STEM. Ahora se extiende progresiva y lentamente en el resto del mundo. Terminará quedándose por una lógica aplastante: en el mundo actual los niños que no sepan cómo funcionan las cosas que les rodean serán analfabetos tecnológicos, algo que los alejará de la realidad en la que deberán desenvolverse profesionalmente lastrando además su competitividad. Sin embargo, la posibilidad de diferenciarnos de las máquinas y robots en el futuro será por el manejo de la inteligencia emocional y las habilidades relacionadas con el pensamiento crítico y la creatividad. La polémica sobre basar exclusivamente la educación en la metodología STEM está servida.
No es fácil para un niño (ni para muchos adultos) distinguir entre ciencia, tecnología e ingeniería: la ciencia descubre el mundo natural, la ingeniería permite diseñar lo que los humanos quieren desarrollar y la tecnología es el resultado. La ciencia es muy útil para que los niños conozcan su entorno, pero los sistemas educativos se centran exclusivamente en el mundo natural a pesar de vivir en una sociedad cada vez más artificial y tecnológica. Introducir conceptos de ingeniería a edad temprana sirve para inculcar aprendizaje basado en proyectos y la resolución de problemas, metodologías que pueden aplicar luego en su vida cotidiana. La ingeniería hace también más atractivas las matemáticas cuyo interés suele menguar ostensiblemente sobre la adolescencia. Ahora bien, cabe preguntarse si este tipo de aprendizaje puede acabar con la enseñanza de las materias de humanidades.
Quizás ésta es la principal reflexión. En un futuro muy cercano la ciencia y la tecnología seguirán creciendo y aumentando su importancia cultural, lo que conduce a muchísimos puestos de trabajo en el campo de las STEM y, en consecuencia, muy pocos en las disciplinas de humanidades. Es el triunfo de la concepción de que los estudios deben servir para algo, ser útiles de manera práctica y capacitar a la persona. Pero si las máquinas manejarán y procesarán mejor volúmenes increíbles de datos, así como automatizarán muchas tareas, ¿cómo las contextualizaremos dentro del mundo físico? ¿Debemos centrarnos sólo en formarnos tecnológicamente y dar la espalda a nuestro propio ser, al humanismo?
En EEUU hace tiempo que prima desde el gobierno de Obama, no exento de polémica, el mensaje que incentiva a los alumnos que se dediquen a algún campo de STEM porque tendrán un mejor puesto de trabajo que aquellos que estudien letras. Se refleja ya en los presupuestos de educación que dan prioridad a las carreras científicas. Eso hace que los que se dedican a la historia, la literatura, el arte o la filosofía se sientan presionados a justificar su existencia en la sociedad de mercado actual frente a las mismas personas que están ahuyentado a los alumnos de sus aulas. Esto abre una brecha entre la ciencia y las letras, entre la ciencia y la historia. ¿Por qué sólo se puede vivir más cómodamente si trabajas para Wall Street, un fabricante de coches o una compañía de telefonía que si lo haces de la historia del arte, la música, el teatro o la filología? En España hemos atravesado una dura crisis, con falta de oportunidades en todos los sectores y ámbitos, pero ha puesto de relieve que hay exceso de universidades, que además han egresado demasiados estudiantes en materias con difícil salida laboral, pero no porque en España se tenga especial sensibilidad a carreras vinculadas a las humanidades, sino por la simple razón de que eran más asequibles. Durante muchos años se fomentó que todo el mundo se hiciera universitario (estigmatizando la formación profesional), pero los jóvenes no estaban por la labor de complicarse la existencia recurriendo a estudios que requirieran más esfuerzo. Vivimos en un país dónde los jóvenes querían estudiar, pero poco, y después ser funcionarios de carrera. Ahora sería buen momento para equilibrar la balanza, pero sin caer en el error de inclinarla sólo del lado del STEM.
Aunque se suele recurrir al ejemplo de la alta especialización de las escuelas asiáticas (China, Japón, Corea del Sur) y el éxito en todos los test educativos de esa zona geográfica con respecto al resto del mundo, lo cierto es que tanto en EEUU como en Europa se sigue paliando esa supuesta desventaja de una mano de obra menos capacitada técnicamente con una mayor creatividad, pensamiento crítico y una visión optimista. Japón y Corea del Sur se benefician de tener una mano de obra especializada pero carecen de muchos factores que producen la innovación continua. Quizás hay que ser precavidos antes de tratar de imitar los sistemas educativos de Asia, orientados en torno a la memorización y la superación de exámenes. No hay que restarle méritos a los puntos fuertes que eso aporta, pero no propician el pensamiento, la resolución de problemas o la creatividad. Por eso algunos de estos países intentan agregar la educación en humanidades a sus sistemas. Jack Ma, fundador del portal Alibaba alerta que los chinos no son tan innovadores como los occidentales porque el sistema educativo de China, que enseña lo básico muy bien, no alimenta la inteligencia completa de un estudiante. Otras voces se alzan ya pidiendo raciocinio en la implantación de esta nueva filosofía de enseñanza, para evitar que la base cultural de las personas se arrincone al buscador de internet; si quieres conocer algo de historia busca en la wikipedia, no hace falta estudiarlo. Existen férreos defensores de mantener las enseñanzas de humanidades dentro del esquema educacional provenientes paradójicamente desde el ámbito de la ciencia y la tecnología. Jeff Bezos, el fundador de Amazon, insiste en que la única manera de mantener un pensamiento claro, para poder desarrollar posteriormente habilidades STEM, es el estudio de la literatura, historia y el arte en la enseñanza. En sus reuniones de altos ejecutivos todos deben darse un período de tiempo de silencio para leer los informes de los demás y hacer notas sobre ellos, porque no es tan fácil escribir frases completas con criterio, y una buena narrativa sólo se consigue y se estructura si estás familiarizado en el uso de los verbos, la expresión gramatical y el conocimiento de las palabras en general. Saber de historia además aumenta tu perspectiva. Da igual lo fuertes que sean tus habilidades en matemáticas o en ciencias, al final tenemos que saber cómo aprender, pensar e incluso escribir. Mark Zuckerberg, creador y dueño de Facebook, era un estudiante de artes clásicas que pasó a ser un apasionado de los ordenadores. Estudió griego antiguo intensamente en el instituto y se especializó en psicología mientras asistía a la universidad. Y las innovaciones de Facebook tienen mucho que ver con la psicología. Zuckerberg ha señalado a menudo que antes de que Facebook fuera creada, la mayoría de las personas protegían sus identidades en Internet. Era una tierra de anonimato. Fue precisamente su formación en humanidades la que potenció sus habilidades STEM.
Hoy en día hay una corriente cada vez más generalizada en las empresas de preferir sólidos fundamentos a la experiencia. Prefieren contratar a personas apasionadas e inteligentes, incluso si no tienen las habilidades exactas que sus empresas necesitan. Está demostrado que las tareas más molestas para automatizar en tu puesto de trabajo son aquellas que exigen la flexibilidad, el juicio y el sentido común, habilidades que entendemos sólo tácitamente . En 2013 la Universidad de Oxford llevó a cabo un estudio exhaustivo sobre empleo y concluyó que para que los trabajadores eviten la informatización de sus puestos de trabajo tendrán que adquirir habilidades creativas y sociales. No significa en modo alguno disminuir la formación en tecnología, pero si sugiere que a medida que trabajamos con ordenadores cada vez más potentes y autosuficientes, las habilidades más valiosas serán las exclusivamente humanas y que las computadoras todavía no pueden averiguar. Y eso radica en seguir estudiando la condición humana y comprometerse con una amplitud de material tanto en la ciencia como en humanidades.
Abogar por encontrar el punto medio donde la necesaria filosofía STEM se implemente sin renunciar a la formación en humanidades es sin duda el escenario ideal.
En un artículo del diario El Confidencial se reproducía un célebre episodio descrito en el libro Se questo e un uomo, de Primo Levi (un italiano que estudió química que fue retenido en Auschwitz, y que en el libro cuenta su traumática experiencia) y que reproduzco:
Primo Levi, que no tiene ropa, ni pelo, ni nombre, ni comida, ni lenguaje y se halla en condiciones infrahumanas en el campo de concentración, consigue entablar conversación con un francés mientras se dirigen a buscar un puchero de comida. De un modo u otro al hilo de la discusión Levi recuerda algunos versos de la Divina Commedia de Dante (libro de lectura obligatoria en los colegios italianos). La memoria le falla no obstante y no consigue recitar un pasaje entero. Afirma sin dudar, preso de la emoción, que habría dado la ración nocturna de comida por acordarse del verso siguiente. Es un ejemplo muy citado para probar que lo que nos hace humanos no son sólo las necesidades más prácticas de la vida, y que incluso en condiciones animales fue la literatura la que, a un hombre de ciencias, le hizo recordar la sensibilidad que tuvo el hombre que fue cuando era libre.
El debate, por tanto, está servido.
Cierro con algunos enlaces para el que quiera indagar cómo iniciar y motivar a sus hijos en STEM.
EL MIT Media Lab ya ha desarrollado una aplicación gratuita que permite a los niños de 5 a 7 años aprender a programar un tablet. Saber codificar les ayuda a entender cómo estas herramientas les pueden enseñar a aprender cosas nuevas, porque para programar hay que pensar de forma lógica, sistemática y abstracta. También hay continuidad con programas STEM del MIT para adolescentes.
En España Fundación Telefónica y La Caixa ya realizan talleres en muchas ciudades basados en la filosofía STEM.
Una buena opción para los padres es LEGO, que ya dispone de series como Lego Education a partir de 5 años y los Mindstrom, más conveniente para la franja a partir de 10 años. Ambos unen dispositivos mecánicos y electrónicos para que los niños entiendan el funcionamiento y el por qué de la mecánica y la física.
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