¿Consiste la espiritualidad en preservar lo religioso? ¿Hay alguna verdad que preferirías no saber? ¿Te gustaría que se extinguieran las religiones? Las respuestas a preguntas como estas pueden levantar (y levantan) muchas ampollas, pues hablar sin tapujos sobre religión, fe o creencias es pisar terreno pantanoso. Aunque la evolución humana alcanza cotas científicas y tecnológicas que a nuestros ancestros les parecerían «cosas de dioses», mostrarse escéptico sobre la existencia de divinidades (el número de religiones es sorprendentemente elevado) sigue siendo polémico y hasta peligroso si no la profesas (no hay más que ver el fundamentalismo islámico del ISIS); durante siglos, ser ateo o simplemente dudar de la fe en la que se te había educado podía ser considerado herejía o someterte al ostracismo social. Las nuevas generaciones cada vez se muestran mas escépticas y las religiones (todas, sin distinción) sufren para conseguir fieles; casi todos hemos tenido conversaciones acaloradas y fútiles en torno a la religión en las que nunca se pondrán de acuerdo creyente y no creyente. Eso es precisamente este libro, un registro de la conversación informal mantenida por cuatro célebres ateos (Richard Dawkins, Chistopher Hitchens, Daniel Dennet y San Harris, todo ellos considerados por méritos propios pensadores influyentes de la historia reciente) sobre religión y la necesidad humana de rendir culto a una divinidad superior.Hace ya muchos años que el añorado divulgador científico Carl Sagan, introducía uno de los episodios de su aclamada serie Cosmos con una reflexión sobre lo difícil que resulta para el ser humano determinar quiénes somos y de dónde venimos. Como científico, decía «si la teoría de que el Universo se creó mediante el Big Bang y después este se expandió es cierta ¿Qué pasó antes? ¿No había nada de materia y de repente se creó? ¿Cómo sucedió? En casi todas las culturas se dice que un dios o dioses lo hicieron posible, pero si queremos perseguir esta pregunta con valor, también habría que preguntar ¿De dónde vino el Dios que lo hizo? Si no somos capaces de responderla, que no somos, entonces la creación del Universo no tiene respuesta o si decimos que Dios siempre ha existido, entonces ¿por qué no decir que el Universo siempre ha existido? No hay necesidad de hablar de una creación que fundamente todo». 

Aunque Sagan nada tiene que ver con este libro, ya en el prólogo (del actor inglés Stephen Fry) se introducen cuestiones parecidas, si bien lo hacen con intención de cuestionar desde la primera página la existencia de alguien superior como creador, sin guardar la prudente equidistancia de Sagan. Se puede decir que el prólogo es excesivamente adulador y se presta a la exageración concluir que estos cuatro tipos sean los precursores de una auténtica revolución atea, pues a buen seguro, un porcentaje muy elevado de la ingente población mundial que se muestra escéptica sobre la existencia de un Dios no sabe quiénes son ni sus posibles dudas existenciales tienen que ver con lo que afirman estos “jinetes del Apocalipsis”. También parece exagerado afirmar que en la conversación que mantienen (y transcrita al libro) muestran un amplísimo conocimiento bíblico y teológico. Una cosa es que hablen con rigor y conocimiento sobre la Biblia (por ejemplo), el Corán o la teología, y otra que sean expertos en algo sobre lo que difieren tan radicalmente; no hace falta ser un experto en teología, en la Biblia o en el Corán para dejar en evidencia a charlatanes, teólogos y dirigentes religiosos de todo tipo.

En una cosa sí tienen razón: lo incómodo que resulta para cualquier ateo hablar del tema con creyentes de su entorno por el pavor a  herir sensibilidades. Esto provoca, entre otras cosas, que se sigan educando hijos bajo preceptos religiosos (aún siendo los padres escépticos) o que se sigan determinados ritos religiosos por pura tradición, en un  ejercicio de funambulismo digno de resaltar. El ser humano se ha vuelto un maestro en hacerse trampas al solitario en su manera de justificar el «no seguimiento» de los ritos a los que se supone que está obligado por los mandamientos de la religión que profese.

Una lectura sumamente interesante, mezcla de religión, filosofía y pensamiento y en la que se dicen cosas que muchos piensan (cada vez más) pero aún no se atreven a decir.