Giant es una historia conmovedora ambientada en el primer tercio del siglo pasado, pero repleta de capas de contenido social que recuerdan a muchas situaciones de la actualidad: el drama de la inmigración, los destrozos vitales que causan las crisis económicas, pero también habla de esperanza, sueños, de la recompensa por el sacrificio. Nueva York en los años treinta, después de la Gran Depresión, es un lugar al que siguen llegando inmigrantes de todas partes para cumplir su sueño americano, pero que sufren el irremediable impacto de la cruda realidad social y económica imperante. La construcción del emblemático Rockefeller Center como símbolo de poder y resurgir de la crisis, sirve de escenario para construir las historias de los distintos personajes, especialmente la del principal, Jack Jordan, apodado Gigante, un tipo enorme que por culpa de su corpulencia y personalidad es denostado en los barrios bajos en los que malviven los esforzados trabajadores de la construcción. Aunque honrado y trabajador, es un hombre taciturno y poco hablador, un tipo solitario del que todos se alejan. El fatal accidente sufrido por un compañero en el rascacielos, inmigrante irlandés como él, dará un vuelco a su vida cuando, inesperadamente, decide no contarle el fallecimiento a la familia, que sigue en su Irlanda natal, y hacerse pasar por él. Angustiado por un pasado turbio que le persigue, no imagina el impacto que su acción tendrá en las vidas de los que le rodean.
Un libro que habla de la pérdida y la ganancia, de redención y de esperanza, con un protagonista con dos supuestas caras; la que muestra desde que llegó a Nueva York y la de un pasado oscuro como metáfora de que redimirse ante la vida depende mucho de uno mismo pero sobre todo de la aceptación de los demás. Una excelente historia completada con un dibujo de altísimo nivel, con viñetas que parecen sacadas directamente de una película de la época, en la que no faltan detalles, con un colorido que te transporta irremediablemente al Nueva York de los treinta, transmitiendo esa imagen arraigada en nuestro subconsciente de la Norteamérica construida con el esfuerzo y sangre de los inmigrantes, con los titánicos rascacielos como símbolo del auge que persiste hoy día. El único error del autor: no seguir la línea de dibujo de los personajes masculinos, en los que consigue esbozar a los sufridos trabajadores de los rascacielos en condiciones purísimas y peligrosas, con los personajes femeninos principales, a los que dota siempre de una belleza irreal y de unos físicos que no obedecen a los cánones de la época y a situaciones tan penosas como las de los hombres que las rodean.
Gideon Falls es la nueva serie del aclamado Jeff Lemire y Andrea Sorrentino. Gideon Falls es el nombre de una localidad en la que, al parecer, sucede un extraño fenómeno: la aparición esporádica y temporal de un extraño edificio. ¿Y si todo está conectado? Esa es la pregunta que sobrevuela este primer volumen de la serie, titulado El granero negro. Una mezcla borrosa entre el misterio paranormal y un terror que recuerda irremediablemente a Stephen King, plagado de giros narrativos y de una atmósfera que atrapa. El resultado es una ambientación a medio camino entre Twin Peaks, El exorcista y un thriller de novela negra, con el dibujo de Sorrentino plagado de escenarios agobiantes gracias a la mezcla de imágenes difuminadas, giradas, retorcidas y planos con ángulos imposibles. El protagonista, un joven llamado Norton, no puede evitar rebuscar continuamente en la basura, una especie de extraño trastorno por el que es tratado por una psiquiatra. Sus febriles visiones desde la infancia y sus explicaciones de que su objetivo es encontrar las astillas de madera y los clavos que se suponen de un misterioso granero (el edificio que aparece y desaparece), pronto involucra a todo el que lo rodea y lo considera un chiflado. Por otro lado, un sacerdote con un oscuro pasado es destinado a Gideon Falls en lo que parece una acción guiada por «una mano divina», lo que permite a los autores jugar con la eterna batalla entre el bien y mal, Dios y el Diablo. La idea de que todo puede estar conectado termina enganchando irremediablemente al lector. Una serie que promete y de la que ya se han comprado derechos para televisión.
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