Black Hammer, la decostrucción de superhéroes en la que se embarcó Jeff Lemire, abre una nueva visión sobre el género al proponer una historia protagonizada por héroes de acción que poco tiene que ver con este tipo de cómics. Al igual que en su día Watchmen -la obra maestra de Alan Moore- o la cinematográfica Los Increíbles de Pixar, estamos ante la revisión psicológica y emocional de los personajes que se ocultan bajo toda clase de poderes para concluir que, capacidades excepcionales aparte, en el fondo no son distintos del común de los mortales. Es la historia de cinco superhéroes que han sido borrados de su universo y que de repente un buen día se despiertan en una granja de un pequeño pueblo, sin tener ni idea de cómo han llegado allí y tampoco de cómo salir. Comienzan a convivir en el lugar sin desvelar sus poderes, y su existencia se convierte en una metáfora en la que se estereotipan los problemas cotidianos que se dan en cualquier familia en la que los miedos y anhelos más universales cobran protagonismo frente a las capacidades sobrehumanas que los diferencian, que pasan a un segundo plano por irrelevantes. Una historia de superhéroes nada convencional, que se despoja de todos los arquetipos del género, que gustará a los que ya pensaban que habían leído todo sobre este mundo de personajes enfundados en mallas y para los que no creen que un cómic de superhéroes es una interesante opción de lectura.

Lemire crea un cóctel de estilos combinando colaboraciones en la serie con otros dibujantes y guionistas, si bien tanto el hilo argumental como la estética general no se discuten. De momento, el efecto esta siendo brillante, con un resultado que se beneficia de los matices y los diferentes estilos del elenco de autores que se están sumando a esta rompedora revisión del universo superhéroe.

En las historias de superhéroes el mundo siempre está a punto de ser destruido por el mal. En ese aspecto,  Lemire ha «respetado» el guión habitual pues todo comienza a raíz de un típico evento apocalíptico. Si bien es cierto que Lemire ofrece una visión más intimista de los personajes -en la que los poderes sobrehumanos son lo de menos- muy alejada de los estereotipos,  es inevitable encontrar guiños al universo héroe. En el volumen II, Lemire ha optado por centrar los episodios en flashbacks centrados en la vida de los protagonistas antes de que aparecieran misteriosamente en la granja. Con estos flashbacks construye un pasado que ayuda a entender las personalidades de los personajes que se han ido presentando durante el Volumen 1 de la serie. El español David Rubín -considerado en 2017 por algunas publicaciones americanas como mejor dibujante del año en EEUU- firma uno de los capítulos con su habitual e impactante estilo cromático. Es precisamente esta aparición la que marca una mayor diferencia en el ritmo de la serie, ya que sus viñetas se alejan del tono del resto de episodios, mucho más homogéneos. Sus coloridas viñetas resultan refrescantes y personalizan el flashback del personaje del Coronel Weird con mucha originalidad, pero abandona el tono serio y más psicológico de la serie al impregnarlo de una dinámica que recuerda al tebeo de toda la vida. Las escenas de persecución de un grupo de robots al Coronel lanzándole cuchillos -algo absurdo en un planeta tecnológico habitado solo por máquinas-  recuerda a tebeos españoles al estilo Mortadelo y Filemón que chirrían en Black Hammer, incluso aún siendo un buscado guiño al pasado. No sé si el efecto ha sido el pretendido por Lemire o simplemente han dado carta libre a Rubin. Es precisamente ese efecto de Rubin en su capítulo, el de tebeo de toda la vida, el que asoma en algunas partes del cómic -sobre todo al principio- tiñéndolo de «infantilismo» en algunas de sus secuencias, en las que parece dar saltos demasiado precipitados en el guión, queriendo situar acontecimientos pasados a una velocidad diferente a la marcada hasta ahora y con argumentos incluso «bobalicones» si tenemos en cuenta la sobriedad de la historia. Aún así, la apuesta sigue siendo ganadora y la serie un acierto. Tienes la sensación de estar encima de algo ya conocido pero a la vez novedoso. Funciona porque el autor explora la psicología de los personajes dotando a cada uno de problemáticas de lo más mundano y reconocibles que puede haber experimentado cualquiera. Lo de tener superpoderes no tiene importancia e incluso en el caso de algún personaje, un problema más que añadir a la lista de traumas que solventar.