Nuestro cerebro tiene diez mil millones de neuronas organizadas y conectadas mediante circuitos, dialogando entre ellas, gestionando nuestras acciones y decisiones cada segundo de nuestra vida. Hablan unas con otras mediante impulsos eléctricos y se valen de sustancias químicas en los mensajes. A los veinte años de edad nuestro cerebro alcanza su máxima plenitud y a partir de ese momento comienza a deteriorarse. El cerebro es un potentísimo ordenador que no siempre funciona como se espera que lo haga, y más allá de problemas derivados de anomalías, lo cierto es que muchas veces nos impulsa a tomar decisiones teóricamente incongruentes con lo que realmente deberíamos hacer si nos pararamos a reflexionar. Los recuerdos, por ejemplo, son una muestra de la complejidad de su funcionamiento, así si por ejemplo tomamos una comida que nos gusta, su sabor se almacena en una zona somatosensorial diferente a la emoción que provoca el comerla, y el nombre que define la comida en otra zona temporal del cerebro.

Aunque de todo lo anterior no menciona nada explícitamente Dean Burnett en su libro El cerebro idiota, este doctor en neurociencia, curiosamente más conocido por ser blogger en the Guardian y escritor de monólogos de comedia, se ha propuesto explicar al gran público el funcionamiento del cerebro en muchas facetas de nuestra vida,  entre ellas por ejemplo la manera de recordar. Emplea un estilo que resulta accesible a los profanos en la materia, alejándose conscientemente -y consiguiéndolo- de tecnicismos y de una prosa académica o especializada. Burnett logra explicarse de una manera sencilla, sin ser condescendiente, y se agradece porque hace interesante la lectura y engancha. En su manera de escribir se percibe su faceta de comediante, lo que resulta obvio a partir de las ocurrencias con las que aligera sus explicaciones, llenas de chascarrillos y bromas para que se entiendan los mecanismos que trata de aclararnos.

Burnett abarca muchos aspectos de la función del cerebro, por lo que para evitar hacer tedioso el texto subdivide los capítulos en secciones más cortas, facilitando la lectura y que se pueda afrontar el texto con cuántos intervalos te apetezcan sin perder el hilo de lo que se argumenta. Comienza centrándose en la función del cerebro en la regulación de la conducta del cuerpo, analizando cómo las funciones superiores pueden anular los instintos básicos, como en la anorexia, en el que el cerebro superior impide que el cuerpo quiera comer a pesar del hambre. El capítulo dedicado a la memoria (los recuerdos) es de los más llamativos, y explora cómo se analizan y establecen las experiencias, para  más tarde recuperarlos, haciendo un magnífico uso de analogías para su comprensión. También se sumerje en los procesos que intervienen en el miedo, las fobias y por qué algunas personas buscan experiencias que a priori provocan terror.  A la inteligencia le dedica un capítulo, pero pasando muy de puntillas, aunque resulta interesante  el debate sobre el hecho de que las personas menos inteligentes son a menudo las que inspiran más confianza. Dedica también capítulos a la funcionalidad de los cinco sentidos, la personalidad, los mecanismos que usamos en las relaciones sociales, su control y manipulación, en resumidas cuentas, la capacidad de empatizar.

Un libro alejado del tono cientifico habitual de este tipo de textos y aunque peca de extenso y puede hacerse por momentos cuesta arriba, su estructura facilita que no desistas. En definitiva es una magnífica manera de introducirse en el universo del funcionamiento del cerebro humano de manera amable, aprendiendo a la misma vez que se te escapa alguna que otra sonrisa.