Mark Howard ha sido uno de los mejores productores musicales de la historia. Producir algunos de los mejores discos de siempre le sirvió para adquirir un gran conocimiento a la hora de «fabricar» sonido, depurar el estilo de artistas icónicos, pero también para acumular anécdotas y rarezas de los músicos que pasaron por sus estudios de grabación, algo que a los más megalómanos les suele atraer tanto o más que la música de sus ídolos. Ese es el gancho del libro: mostrar el comportamiento de las estrellas del rock a la hora de encerrarse en un estudio de grabación durante semanas. Sin embargo, Howard no se muestra, paradójicamente, muy interesado en ahondar en esas historias entre bastidores salvo para atraer la atención del lector. Se centra en brindar información de grabación, producción y dar consejos con el conocimiento de experto de los equipos que utilizaba (no escatima detalles a la hora de describirlos) y en explicar los métodos más utilizados para obtener el mejor sonido cuando los ordenadores aún no habían hecho acto de aparición en el mundillo y hacían la mayor parte del trabajo. Veo una lectura más recomendable para los que prefieren los aspectos técnicos de la producción. Por supuesto, hay espacio para alimentar los tópicos más manidos del rock, los relacionados con el consumo de drogas, alcohol y de excentricidades de todo tipo, aunque también en este sentido Howard prefiere desviarse interesadamente para profundizar en su pasión por las motos o de los lugares en los que grababa. Hay muchas referencias a sus inicios en Nueva Orleans, de la que describe muy bien la atmósfera propicia de aquel entonces para la música, donde grabó el galardonado trabajo de Bob Dylan «Time out of my mind» y en el que Howard consiguió el sonido efusivo y tosco que tanto gustó a Dylan, que además disfrutó de las Harley Davidson y las Vincent que Howard compraba. Este libro es una lectura esencial para cualquier persona interesada en el proceso de creación de música antes de la llegada de los ordenadores y los equipos digitales más sofisticados, así como un recordatorio vivo de un período vital de la historia del rock en el que, además, hay anécdotas muy curiosas sobre manías y ocurrencias de algunos de los más grandes iconos del género musical.
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