El último trabajo de Seth es una novela monumental, en la que la nostalgia, el arrepentimiento y la soledad son retratados con pasmosa claridad en una narrativa que parece por momentos una especie de triste sinfonía en azul y gris (los tonos predominantes de las viñetas) que sobrecoge al lector. Usando una estética que recuerda a las tiras de periódicos de segunda mitad del siglo pasado, pero con una expresividad apabullante, el libro es un ejercicio ingenioso de equilibrio entre el realismo y la ensoñación provocada por los recuerdos de los personajes, generando una preciosa ficción en la que el recuerdo al pasado con alegría nostálgica contrasta con la dura realidad del momento. Seth vuelve a brillar con maestría en su habilidad para desbordar de expresividad las secuencias de viñetas sin necesidad de diálogo. Las emociones despiertan en el lector con la simple visualización de calles vacías, carteles, habitaciones olvidadas, caras expresivas y edificios exuberantes en su estética art deco, sin necesidad de conversaciones o descripciones que apoyen el sentimiento que el autor trata de reflejar. Los rituales cotidianos se plasman con apabullante realismo.
Seth usa, como en muchos de sus cómics, una ciudad ficticia en Ontario, Canadá, llamada Dominion, plagada de edificios, parques y calles cuidadosamente construidos por la imaginación del autor bajo la estética que tanto le gusta (no olvide el lector, que Seth es un tipo que viste elegantemente los trajes y sombreros de hombre de los años cincuenta).
Cuenta la historia de dos hermanos, Abe y Simon, que heredan el negocio familiar de venta de ventiladores, justo en la época en la que hacía irrupción la aparición del aire acondicionado. Estructurando el libro en varias partes, correspondientes a distintas décadas de los últimos cincuenta años, se desgrana la vida de ambos, pero usando a estos dos hombres para desgajar en realidad el significado de sentimientos y conceptos como la soledad, la dependencia, el amor o el éxito en el trabajo. El autor usa un anzuelo tan original como extrañamente efectivo. Abe, el hermano mayor, narra la primera parte del libro desde el punto de vista de un vendedor profesional de ventiladores, contando los secretos de la profesión, usando chistes, trucos y anécdotas, a la vez que deambula por las antiguas instalaciones de Ventiladores Clyde. Puede llegar a desconcertar al lector (¿acaso tiene interés un vendedor de ventiladores?) que sin embargo queda pronto enganchado al peculiar personaje que en realidad lo que relata es la historia de su vida y la de su hermano.
Una vez subido al tren resulta difícil bajarse, a pesar de la tristeza que invade por momentos, porque la disección que Seth hace sobre la nostalgia resulta conmovedora. Los ventiladores y el negocio terminan apoyando la narrativa por la cantidad de metáforas que el autor usa para extrapolar a su particular concepción de la vida. Es cierto, que con el personaje de Simon y en la segunda parte del libro, el autor usa en exceso la alegoría y cae en disertaciones existenciales cuasi filosóficas que abruman y tambalean la atención del lector, pero se resiste por la belleza del relato.
El autor confiesa que tardó veinte años en culminarla y que todo empezó viendo en Toronto un viejo escaparate lleno de polvo de una antigua tienda de ventiladores, Clyde, cuya sola visión le provocó un torrente de imágenes nostálgicas que germinaron la semilla de esta historia.
La edición en papel es la encuadernación más espectacular que he visto en un libro en mucho tiempo. Sencillamente fabulosa.
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