Ha – Joon Chang es un eminente economista y profesor de la Universidad de Cambridge. Considerado por la revista Time como una de las diez personas más influyentes del mundo en 2014, no había oído hablar de él hasta este  Economía para el 99% de la población. Autor de otros once libros – el más relevante fue 23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo – se embarca en la misión de explicar la economía «para todos los públicos». Aunque el título puede dar una impresión equivocada – y parecer el típico «para dummies» – el contenido del libro de Chang es una acertada aproximación a los conceptos básicos de la economía, desde la perspectiva de un economista que se esfuerza por alejarse de los tecnicismos y corsés de la profesión con el objetivo de hacerse comprender. Se agradece porque en el texto se percibe el esfuerzo pedagógico que exhibe en el intento de conseguir transmitir con claridad los temas que encara.

Chang marca pronto un doble objetivo: a) conseguir una visión comprensiva global de qué es la Economía a cualquiera que se aventure a leer el libro, b) denunciar de paso la gran amenaza que supone para la democracia –  a su juicio –  la mala praxis del mercado libre. Empieza advirtiendo que la Economía no puede compararse, como ciencia, con la Física o la Química, que tienen respuestas para todo. Obviamente no es el primero que lo dice, pero es importante para entender cómo desarrolla el contenido de su libro. Usa esta apreciación como pilar fundamental con el que apuntalar su crítica a la vinculación entre economía y política, una unión causante de muchos de los males que padecemos. Lo hace recordando que ya Adam Smith, en los orígenes de la fundación del concepto de Economía, unió economía y política como elementos inseparables, con las dimensiones éticas vinculadas con valores, intereses y creencias de la época. Los tiempos ha cambiado, indudablemente, pero esa relación continua indivisible.

A partir de ahí, Chang estructura el libro como un manual: una primera parte para familiarizarse con la economía, a través de una revisión de la historia de la misma y las diferentes escuelas y corrientes de pensamiento al respecto – dos capítulos de casi cien páginas que amenazan con matar el interés del lector por pasar a lo importante –  y una segunda parte en la que desmenuza realmente aquellos aspectos que resultarán interesantes para el lector: finanzas, trabajo, renta, desempleo o desigualdad. La segunda parte es la que desprende un verdadero esfuerzo por parte del autor de convencernos para que observemos la economía con una visión amplia, que huyamos de la tentación de focalizar nuestra imagen de la misma como la mera división entre consumidores -nosotros – y la red de relaciones comerciales, empresas, bancos y gobiernos. Su discurso es persistente: no aceptemos sin más la concepción moderna de la economía que resume todo en tiendas gigantes llenas de consumidores, ejemplificando muy bien qué otros aspectos debemos tener en cuenta, como los aspectos productivos, la medición del trabajo y la manera de tenerlos en cuenta en los datos macro. La economía, en suma, es mucho más que el mercado.

Es poco habitual oir a alguien de su posición la manera en la que contextualiza el trabajo. El trabajo es la piedra angular de la vida de la mayoría de nosotros, pero para muchos es un dolor de cabeza. El trabajo afecta a nuestro bienestar físico, psicológico e intelectual e impacta de diferentes maneras e intensidad a lo largo de nuestra vida. Tenerlo o no tenerlo y qué tipo de trabajo se tiene marca muy significativamente todas nuestras facetas de la vida. Al respecto hace una reflexión interesante  – con su visión del mundo desde las gafas de la economía – sobre los países más pobres y el trabajo. Rechaza el estereotipo de que los pobres lo son por holgazanes. Escribe:

las personas pobres lo son por su baja productividad, de la que rara vez son culpables. La productividad de un país o una región viene muy determinada por la tecnología, las infraestructuras y las instituciones que posee un país, cosas que los pobres no pueden fomentar por sí solos; habría que mirar pues a los ricos y poderosos de estos lugares»

Se agradece la honestidad de Chang cuando admite que son inevitables fenómenos como el desempleo y la desigualdad, lo que me recuerda su advertencia sobre la indivisibilidad entre política-economía y de paso me hace pensar en el uso populista que los políticos – de todo espectro y condición – hacen en su discurso del mensaje sobre desempleo y desigualdad, con la única finalidad de obtener réditos políticos. También se moja cuando duda sobre la bondad de la filtración descendente de la prosperidad, es decir, coser a impuestos a los ricos para que se invierta en los menos favorecidos; simplemente no está demostrado que funcione, pero también es un discurso recurrente – y populista-  del mundo de la política. Lo que sobre el papel debería funcionar, la burocracia, la corrupción y las prioridades políticas se encargan de inutilizar.

Chang alerta de la necesidad de regular estrictamente las finanzas, por haberse convertido en poderosas y desestabilizantes. El desarrollo concomitante del sistema financiero nos permite movilizar recursos y agrupar riesgos a una escala sin precedentes, mediante el desarrollo de la banca comercial, la bolsa, la banca de inversión o los bonos corporativos y soberanos. Sin embargo, el sistema financiero se ha convertido en una fuerza negativa. Las firmas financieras se han especializado en generar elevados beneficios para sí mismas a costa de crear burbujas de activos de todo tipo, cuya insostenibilidad disimulan o camuflan mediante todo tipo de técnicas de agrupación y reestructuración. El mundo financiero se ha vuelto tan sofisticado que da la sensación de que no se tiene la menor idea de cómo controlarlo, algo que al menos a mí me resulta inquietante.

El libro de Chang gusta por su tono amable y didáctico. Cala porque se aprecia el esfuerzo que despliega para que el lector universal entienda de lo que está hablando. Sólo un pero. Chang comienza el libro repasando la historia de la economía desde los orígenes de su fundador (Adam Smith) hasta el capitalismo de nuestros días, extendiéndose demasiado y resultando por momentos un tostón. Los albores del neoliberalismo económico, su explicación de las diferentes escuelas – con sus virtudes, fortalezas y defectos – amenazan con hacer desistir al «para todos los públicos». No obstante, el propio Chang tiene una curiosa- y original – manera de recomendar la lectura de su libro. En el preludio del mismo sugiere «cómo leer este libro», en función del tiempo que cada lector piensa que le puede dedicar o de la paciencia de cada uno. Yo seguí el consejo y cuando los primeros capítulos se me hicieron muy cuesta arriba,  no desistí y los salté para terminar alegrándome de aprender todas las cosas interesantes de economía que este profesor cuenta para el 99% de la población.