Imaginad a dos médicos a los que se les presenta información idéntica sobre el mismo paciente y, sin embargo, emiten diagnósticos diferentes. Ahora, imaginad que la razón es que uno lo ha hecho a primera hora de la mañana y otro por la tarde, o uno al principio de semana y otro al final. Esto es «ruido», la razón por la que los juicios humanos que deberían ser idénticos varían. Kahneman analiza muchos tipos de ruido, usando casos convincentes del mundo de los negocios, la medicina y la justicia penal en los que los juicios pueden variar sin una buena razón, en los que la discusión más significativa se relaciona con el ruido: la variabilidad en las decisiones que surgen en sistemas destinados a producir juicios uniformes. Por ejemplo, querríamos que el sistema judicial generará sentencias que reflejaran el crimen, no al juez que escucha el caso, ¿verdad? Cuántas veces pensamos que el mismo delito es juzgado de manera diferente según quién. Hay que distinguir ruido de sesgo cognitivo: si un policía solo tiene una huella digital como información de un caso, y una vez decide que es coincidencia y en otra que no es concluyente, eso es ruido. Si, por otro lado, cambia de opinión debido a información adicional, eso es sesgo. Khaneman nos aconseja resistir a la «intuición prematura», esa sensación de que sabemos algo cuando no estamos seguros de por qué lo sabemos: mejor actuar sobre la base de la intuición solo después de haber hecho una consideración equilibrada y cuidadosa de la evidencia.

Un texto denso (como suele ser habitual en Kahneman), pero sumamente interesante del siempre recomendable premio Nobel, que vuelve a demostrar lo difícil que es que nuestra mente no se deje llevar por multitud de sesgos y por el ruido en la toma de decisiones.