La Residencia Arcadia es un edificio de viviendas a las afueras de una gran ciudad, con sus confabulaciones y malentendidos, sus riñas y antipatías. Una comunidad de vecinos pequeña y muy ruidosa en tiempos de una dictadura militar. Cuando parece que nada puede poner fin a las continuas trifulcas entre los vecinos, la llegada de los nuevos inquilinos crea una revolución y hace que todos se unan en un objetivo común: echar a los nuevos vecinos. Pese a sus diferencias, todos los vecinos están de acuerdo en que, como personas mayores, lo único que desean es que nada cambie y todo siga igual, en sus vidas y en Arcadia. Juntos han convivido durante todo ese tiempo de una manera que resultará familiar al lector, que podrá establecer paralelismos y similitudes con su propia experiencia: cada apartamento, cada familia, ha trazado su propias experiencias personales de puertas para adentro, limitándose a compartir lo imprescindible con los vecinos, con los que ha procurado convivir en la mayor paz y armonía posible. Situar a los protagonistas en la vejez, sirve al autor para mostrar el comportamiento más cotilla y cínico de cada uno de ellos, acrecentado por las manías y defectos que exhibimos cuando nos hacemos mayores. El poco conocimiento de la vida de los demás conduce a la crítica gratuita por la espalda, desvelando la superficialidad de los personajes y acrecentando la verdadera naturaleza de los distintos caracteres, casi todos forjados con experiencias vitales que justifican la agudeza de las emociones en el ocaso de sus vidas. Lo que aparentemente es una escalera repleta de ancianos maniáticos y gruñones que se sonríen a la cara pero que se pasan el día ocupados discutiendo y criticando al prójimo, esconde un mensaje mas global relativo a la intolerancia y al egoísmo más recalcitrante de la sociedad actual. Con el trasfondo de una dictadura en el entorno en el que habitan -sin necesidad por parte del autor de situar ni una sola escena fuera del bloque de apartamentos-  y que ha marcado sensiblemente la personalidad de algunos de los vecinos, la llegada de los desconocidos revela el miedo al otro por defecto, al que no se le concederá ni una sola oportunidad por el mero hecho de ser desconocido, derivando en un odio muy reconocible en nuestros días con los efectos de la inmigración, el racismo, la discriminación por la orientación sexual o la dificultad que tenemos en convivir en un mismo lugar profesando religiones o culto diferentes.

La historia de Cuello es una comedia negra situada en un minúsculo cosmos cuya cotidianidad resulta cercana, que refleja una armonía construida con pies de barro, pues más allá del respeto a la convivencia -déjame vivir que yo haré lo propio- esconde todo tipo de emociones confiscadas, lamentaciones, sueños rotos, reivindicaciones y prejuicios que son escalables al conjunto de la sociedad que habitamos. No es solo una historia de viejos y sus manías, es un espejo de la sociedad actual. Aunque no todo está perdido, al final, el autor hace un guiño a la esperanza de cambio encarnada en el personaje del sobrino de una de las ancianas.

Con un grafismo muy interesante y expresivo que agiliza y dinamiza los diálogos, su estilo narrativo recuerda por momentos a Paco Roca, Pedrosa o Lemiere en su capacidad para transmitir emociones con contundencia. Residencia Arcadia es la primera incursión en formato largo de Daniel Cuello, pero es fácil augurarle un gran recorrido.