La banda de los niños es una novela basada en las andanzas reales de una pandilla de adolescentes en Nápoles. Surgida al fragor de los diferentes clanes napolitanos,  llegaron a cuestionar el status quo establecido en la ciudad en una escalada delictiva con un nivel de ferocidad nunca visto antes en un grupo de esa edad. Roberto Saviano nos cuenta esa historia fiel a su estilo de novelar hechos reales vinculados al mundo de la Camorra napolitana basados en la investigación periodística.  Hoy día vive protegido y escondido por culpa del éxito de su su Ópera prima –Gomorra,2006- en la que ya noveló las andanzas de la mafia napolitana. Amenazado desde entonces por el Clan de Los Calaseses, su situación recuerda a la fetua islámista de Salman Rushdie.

Adentrarse en esta novela es entregarse a una sensación de estupefacción permanente, porque la capacidad de mimetismo de los chicos -basados en personajes reales- resulta casi inverosímil. Lo mismo asisten diariamente al Instituto con total normalidad que cometen todo tipo de delitos y actos violentos fuera de los muros del colegio. La mejor manera de entender como lector la vida de los personajes que encontrará en las páginas de esta novela lo expresaba Saviano en una de sus entrevistas. «A cualquier persona, sus padres les inculcan que cuanto más trabajes, mejor te irá. Trabaja y ascenderás socialmente. Trabaja y tendrás buenas vacaciones, buen coche y puede que hasta una casa en la playa. Sin embargo, los niños de esta realidad napolitana ven a su padres como pequeños burgueses, todo el día trabajando a cambio de sueldos bajos y un futuro poco alentador. Tienen claro que en Italia no hay trabajo, que si trabajas es porque alguien del Ayuntamiento te lo da porque conoce a tus padres, tu tío te mete en su tienda y así todo. Así que no compran el eslogan de los padres de trabajo y esfuerzo. Para ellos lo más importante es poseer unas zapatillas Air Jordan y así tu vida será menos triste. Lo realmente importante es tener ropa de Armani, no tener que hacer cola en las discotecas y poder entrar porque eres alguien al que temen, jugar mucho a la Playstation, tener buen teléfono móvil, fumar hachís y tener mucho sexo. Eso no se puede tener a su edad estudiando o trabajando, por lo que es más fácil coger una pistola ir a una gasolinera, apuntar a la cara al dependiente y robar 20.000 euros». Con ese dinero te permites todo lo anterior, y así entran en un bucle autodestructivo. Además, para lllevar esa dinámica lo fundamental es no tener miedo y ellos no lo tienen. Para ellos el problema es vivir, no morir. La vida es un coñazo, escuchar a tu madre, trabajar, ir al colegio, todo eso es un aburrimiento infinito…morir es de puta madre si ha sido por llevar una vida de excesos. Saviano, ya curado de espanto, recuerda que estos niños mueren a los veinte, veinticinco años, que cuando los entrevista y les dice su edad, 38, ellos lo consideran un viejo. Tener una expectativa tan baja de vida les hace vivir más intensamente y por eso se toman con una ligereza extrema todas las cosas que al común de los mortales les preocupa en su día a día. Pueden ser tan carniceros como el peor de los yihadistas, pero en su caso esa violencia solo tiene como finalidad ganar dinero, un dinero que les permita llevar un gran tren de vida hasta que alguien de un clan rival los asesine.

Es cierto que la construcción de los personajes resulta estereotipada, con cierto aroma a visto o leido ya muchas veces antes cuando se aborda el submundo de la Mafia, pero retiene por la corta edad de los protagonistas. Unos niños vestidos de adultos en su comportamiento, pero con detalles continuos que nos recuerdan que en absoluto han alcanzado la madurez, capaces de disparar a matar y a la vez con el instinto casi infantil de esconder la pistola en el cuarto con el miedo a que la madre los sorprenda con ella. Una novela de arrabales, que podría situarse en las chabolas o el barrio marginal de muchas ciudades del mundo, porque Saviano obvia el detallismo del escenario e incluso de los protagonistas, poniendo el foco en sus acciones, en lo que hacen, porque el hecho de que sean napolitanos termina siendo casi irrelevante en la moraleja de la historia, que bien se podría aplicar a otros escenarios del mundo vinculados a las maras o pandillas juveniles. Un estilo que no cambia con respecto a sus anteriores novelas, con la única diferencia para sorprender que la violencia y la crudeza que se describen son reales y la protagonizan personas que por su edad no deberían estar inmersos en un ambiente tan sórdido y destructivo. Sí hay que conceder a Saviano que, aunque parezca que se copia asimismo y que el escenario es siempre el mismo en sus novelas, consigue ese efecto de estremecer al lector en la elección de los quiénes.