Kim Philby es probablemente, hasta la fecha, el espía más famoso de la historia. Un hombre que durante décadas trabajó en el servicio de espionaje británico, alcanzando los puestos más relevantes durante la guerra fría, pero que desde su ingreso fue en realidad un espía al servicio de Rusia (URSS). El zorro en el corral de gallinas, el topo por antonomasia. Este ensayo relata su historia con una dinámica y una narrativa que transporta inevitablemente a una novela de espías de John Le Carré (epílogo del libro), Graham Greene o Ian Flemming, mencionados en la historia porque antes que novelistas reconocidos trabajaron para el servicio secreto británico en aquellos días.
La novedad en esta ocasión, comparando con otros libros sobre el personaje, es que el relato sobre la vida de este carismático espía lo enfoca Macintyre desde el punto de vista del gran amigo y valedor de Philby en el MI6, Nicholas Elliot. La historia desde la perspectiva de la amistad traicionada, porque cuando todo se destapó Elliot afirmaría «Philby resultó ser mi mejor amigo y mi peor enemigo». Macintyre, además de describir con todo detalle la vida que llevó Philby, desentraña el modus operandi del servicio británico durante los años de la Guerra Fría, sus miserias (sobre todo) y las bondades, poniendo de manifiesto una estructura organizativa repleta en sus altas esferas por una rancia y decadente aristocracia británica, convertida en un endogámico club saturado de amiguismo y clientelismo.
En la adolescencia devoré todo lo que salía de la mano de Frederick Forsaiyth, y solía preferir también a Jack Higgins antes que otros, como el propio Le Carré o Greene,. Con la narrativa que despliega Macintyre es inevitable evocar aquellas lecturas de espías, sólo que en esta ocasión el relato es una historia verdadera investigada con rigor. Macintyre tiene la virtud de contarla como si hubiese sido testigo directo de todas aquellas acciones, encuentros, intrigas o las borracheras que el protagonista y sus amigos se cojían en el bar del White´s, un venerable club de ex-alumnos de élite que describe en el relato. Tiene la habilidad de envolver con acierto las perspicaces apreciaciones psicológicas y sociológicas de la situación con cierto sentido del humor.
Kim Philby estudió en uno de los colegios más prestigiosos de Inglaterra, Eton, y tuvo acceso al servicio secreto gracias a su amistad con Nicholas Elliot, cuyo ingreso en el servicio secreto fue la cosa más fácil del mundo, algo que John Le Carré «denuncia» en el prólogo como resultado del amiguismo y ausencia de un proceso profesional de reclutamiento: un día, mientras asistían a las carreras de Ascot, Elliott mencionó a un diplomático amigo de su padre y director de Eton, que le gustaría ser espía. “Es un alivio que lo que me pides sea algo tan sencillo”, repuso el diplomático, y Elliott fue acogido sin tardanza en el MI6, el equivalente británico de la CIA estadounidense.
A medida que se avanza en el relato sorprende que Philby se pasará décadas como topo, a pesar de las sospechas de parte del MI6 , la propia CIA puso su atención sobre él cuando Philby pasó algunos años en Estados Unidos, y resulta inverosímil que tardarán tanto en descubrirlo. Se describen innumerables operaciones del MI6 y de la CIA que Rusía desbarataba por la información que les trasladaba de primera mano Philby. El hecho de ser un hombre educado en la élite inglesa, y con un padrino como Elliott, hizo que los servicios secretos se pasaran años pensando «no puede ser, es imposible» antes de descubrir finalmente con verguenza el engaño. Philby era demasiado británico para dudar de él, tanto que incluso en Moscú, donde se fugó una vez descubierto para vivir los últimos años de su vida, no recibió la atención que hubiera deseado por haber sido considerado precisamente demasiado británico y no inspirar una total confianza. Triste epílogo para este espía.
Philby fue un británico convencional, bebedor empedernido, mujeriego, con el gusto por el lujo y la buena vida, y además un idealista comunista. Provoca incredulidad que una persona criada en un ambiente elitista desarrollara semejantes ideas en su adolescencia, confiando toda una vida a un régimen que sólo conoció en su vejez, llena de penurias y sin reconocimiento.
Para Nicholas Elliot ante todo fue su mejor amigo y no tuvo una mala palabra para él incluso una vez descubierto el engaño.
23 agosto, 2015 at 5:06 pm
Realmente el libro recuerda muchas veces a una novela. Una historia sorprendente e increíble, yo la leí hace un par de meses y la recomiendo
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