Roald Dahl es conocido por libros infantiles como Charlie y la fábrica de chocolate, Matilda, Las Brujas o ¡Qué asco de bichos! (colección de cuentos, entre ellos el popular El cocodrilo enorme). La realidad es que Dahl comenzó su andadura como escritor de relatos. Un cúmulo de circunstancias hizo que le pidieran escribir alguna historia relacionada con su experiencia como piloto de la RAF en la segunda guerra mundial. Aquel primer relato titulado Pan comido -e incluido en esta recopilación- fue el comienzo de una brillante carrera literaria. Un buen puñado de ellos se inspiran precisamente en historias de la aviación, aunque en mi opinión no son los mejores (cuestión de gustos). Steven Spielberg, Quentin Tarantino y Alfred Hitchcock -por citar a los más conocidos- se inspiraron en los relatos de Dahl para algunas de sus películas, Four Rooms en el caso de Tarantino, El hombre del sur en el caso de Hitchcock. En las próximas semanas llega a los cines Mi amigo el gigante de Steven Spielberg. Hay que reconocer que el Dahl que uno encuentra en estos relatos nada tiene que ver con el que adoran millones de niños. Aunque el toque irreverente en su manera de escribir lo delata y la agudeza del mensaje y el trasfondo justiciero son reconocibles. El continuo planteamiento de prejuicios y derechos es marca de la casa y asoma en muchos de estos relatos, la diferencia es que como el destinatario es un público más adulto, Dahl lleva las historias a terrenos más oscuros, por momentos grotescas, macabras e inesperadamente violentas. Los relatos se presentan casi como una conversación de teléfono o de pasillo contada entre amigos, como algo relatado casi de pasada. A la vez la escritura es sofisticada y no escatima en detalles, un efecto que revela la maestría de Dahl. Un cuento tiene que parecer veraz aún sabiendo que es un engaño. Dahl lo consigue con creces en estos relatos.