Deshacerse de las responsabilidades, irse a la montaña o a la playa más cercana -según preferencias- y dedicarse a “vivir, sin más” con lo que vaya saliendo, es un pensamiento que pasa por la cabeza de la mayoría en algún momento de la vida. Un mal socio de negocios, un jefe que te hace odiar un trabajo que no puedes dejar porque necesitas el dinero, una vida en pareja que dista mucho de parecerse a lo que soñaste o unos estudios universitarios que te han hecho ver que no son tu verdadera pasión. Situaciones que instaladas en la rutina hacen que te sientas como si las paredes de una habitación se fueran cerrando y no puedes evitarlo. Pero dar “el gran paso” te puede convertir en un paria social, en diana de todo tipo de comentarios y, por supuesto, darlo no significa conseguir “vivir, sin más” con lo que vaya surgiendo en un estado de felicidad sustancialmente mejor al dejado atrás. La sociedad puede ser un juez severo cuando no cumples con las estándares establecidos, pero a veces un individuo puede ser empujado tanto que algo sucede para desencadenar “el paso” que te haga romper con todos los lazos que te mantienen bajo control. Tal es el caso del protagonista de El año de la liebre, del autor finlandés Arto Paasilinna.

Vatanen, un periodista cínico especializado en escribir reportajes sobre escándalos de personas y temas que no importan, vuelve un día con un compañero de trabajo de hacer un reportaje. En el trayecto atropellan una liebre. En un impulso, impropio de él, se baja del automóvil para tratar de ayudar a animal, y en su búsqueda desaparece en el bosque. El compañero, harto de esperar, sigue su camino hasta que, presa del remordimiento, vuelve a por él pero no consigue encontrarlo. Vatanen encuentra a la liebre y consigue curarla en un pueblecito cercano. Allí, rodeado de bosques pacíficos, amables aldeanos y la compañía tranquila de la liebre, piensa en su sombrío trabajo y que no puede recordar por qué se casó con su esposa, ni está seguro de por qué ella se casó con él -ya que aparentemente lo desprecia-. Es en ese instante donde siente el “clic” para dar el salto y dejar atrás toda su existencia anterior y va dando pasos, aparentemente sin meditarlos demasiado, para alejarse de la civilización.

Desde ese momento, Paasilinna derrocha un tono profundamente satírico en el texto, usando situaciones tan esperpénticas como surrealistas, haciendo que el protagonista -Vatanen- sea requerido por las autoridades por considerársele “un peligro potencial”; leyendo entre líneas, el autor “acusa” al individuo de eludir sus responsabilidades como miembro de una sociedad ordenada y, en general, por no comportarse de manera ordenada y optar por una vida que es considerada excéntrica cuanto menos. Una cosa es que las circunstancias de la vida te condicionen a vivir al margen y otra cosa es que lo hagas voluntariamente, renunciando a las reglas establecidas, a la concepción de familia, al trabajo y a la creencia religiosa en la que te hayan educado.

Una lectura reflexiva en tono de comedia en la que el autor consigue mantenerse neutral, porque consigue expresar su punto de vista sin tratar de captar adeptos. No viste a Vatanen como un héroe que aglutine el significado interno del lector, pero sí que el lector se identifique en algunos momentos con lo que subyace en la intrahistoria. ¿Tan malo es que este hombre haya decidido vivir con la única compañía de su amiga la liebre?  Aunque no es un tipo de humor con el que me identifique -y cuyo surrealismo se hace cuesta arriba en algunos momentos-, es una lectura que invita a revisar prioridades y al debate interno sobre qué cosas importan realmente en la vida.