La diferencia entre la gente que se encierra en el baño para leer, rezar o meditar, y la que sólo acude al mismo para cumplir con sus funciones, es que los primeros siempre se encuentran con algún asunto pendiente y los segundos siempre están listos para la jugada siguiente

Esta es alguna de las perlas que Henry Miller dejó en uno de sus ensayos más inclasificable. En apenas cincuenta páginas de Reading in the toilet – traducido más ásperamente al español como Leer en el retrete – Miller mezcla crítica social, análisis de comportamiento humano y un compendio de alegaciones en favor del hábito de la lectura. La costumbre – para algunos – de leer en el cuarto de baño sirve al polémico escritor para arremeter, con ironía y con un lenguaje rudo,  tanto contra los lectores excesivamente «profundos» como contra los del mero entretenimiento (los del baño). De esta manera tan peculiar, Miller trata de fomentar en todo lector la búsqueda de una especie de punto medio en el abanico de preferencias literarias, con el fin de que no se pierda la riqueza de la variedad. Una manera original y escatológica de animar a leer.