No se necesita avanzar muchas páginas de esta novela para percatarse que es diferente a cualquier otra que se haya leído previamente. Antes de tomar interés por la historia es muy probable que hayas quedado prendado del peculiar lirismo que el autor exhibe y que impacta contundentemente: el relato está escrito en frases de un renglón, desde la primera hasta la última página. Sencillamente sublime.
David Foenkinos se topó en un museo con los dibujos de una chica judía fallecida durante el Holocausto, y se sintió inmediatamente fascinado por su historia. Foenkinos construye la novela a partir de los datos que logró recopilar sobre la mujer, Charlotte Salomon, una joven artista que murió a la edad de 26 años (embarazada) dejando como legado sus dibujos y pinturas, una obra que ella misma denominó ¿Vida o Teatro?, su sutil e irónica forma de expresar el horror que padeció durante este triste episodio de la historia humana.
El autor imagina la historia de Charlotte desde sus emociones y lo hace sin caer en la tentación de narrar una biografía al uso. El particular estilo que ha elegido le permite hacerla trepidante, como cientos de twits de una frase, derrochando una sensibilidad extrema. Consigue que la historia se centre en la mujer, en la artista, sin que las emociones de la chica se vean fagocitadas por el marco histórico en el que se desarrollan, y amarra la atención en ella sin que uno se sienta subyugado por la atmósfera en la que transcurren los hechos (algo tan solemne como el Holocausto) aunque ambas historias estén inexorablemente unidas.
Es la escritura de Foenkinos la que atrapa por encima de la propia historia de Charlotte, porque vista desde el sufrimiento no es muy diferente que la de tantos otros en aquel tiempo; me viene el recuerdo de la historia contada en la película El pianista de Polanski. Su estilo angustia, oprime o alegra al son de las cosas que le suceden a los personajes y es inevitable conmoverse. El autor dice que la escribió con esta forma similar a versos libres y breves «porque era la única manera de poder respirar al llegar al final de la frase», y efectivamente es el efecto que consigue.
Es inevitable recordar la sinrazón que se vivió en aquellos años en los que gente de toda índole y condición fue arrastrada a la barbarie. Sólo en la propia Alemania se dilapidó una generación entera de artistas y científicos (el mismo padre de Charlotte era un reconocido neurocirujano). Algunos pronto se dieron cuenta que debían escapar y otros creyeron ilusos que su país, porque era su país, detendría aquel sinsentido. Charlotte huye con sus abuelos, pero no elude su destino y se convierte en la única de la familia que muere a manos de los nazis.
En el libro se parafrasean las terribles palabras que en su día pronunció el famoso director de cine Billy Wilder «Los pesimistas acabaron en Hollywood y los optimistas en Auschwitz.»
Una lectura que atrapa. Fascinante y emotiva, narrada con un estilo brillante.
9 febrero, 2016 at 1:11 pm
He terminado hace unos días de leerla. He leído esta novela a raíz de la recomendación del blog, las pasadas navidades. De lo mejor que he tenido en mis manos en mucho tiempo. Tan original como bonita y desgarradora.
Perfecta para un club de lectura
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